Desde que
comencé en esto de las tradiciones y el folclore, hace ahora más de
20 años y siendo prácticamente un niño, siempre escuché hablar
de un trabajo literario de una escritora y viajera inglesa que pasó
por Canarias en el siglo XIX y escribió sobre nuestras islas. Con el paso de los
años y después que empecé a realizar el programa "Entre
Chácaras y Tambores", el cual es mi escuela perpetua, logre
averiguar el nombre de la escritora y el titulo del libro.
El trabajo
literario fue escrito en 1887 bajo el titulo “ Tenerife y sus seis
satélites”, el cual posee dos tomos, su autora Olivia Stone
nos cuenta en él como era la forma de vida en nuestro archipiélago
en aquel entonces. Desde que me enteré del titulo y autora empecé
como loco a buscarlo para comprar la obra, hecho este imposible,
primero porque las librerías no tenían ejemplares disponibles, y
segundo porque en las webs de artículos usados los precios podían
alcanzar hasta los 400€ en versión original, osea en Inglés, ya
que como cosa curiosia, el Cabildo de Gran Canaria en 1995 pagó la
edición y la traducción de los dos libros. Hecho este que fue todo
un acierto por parte de la entidad insular.
Aunque la
búsqueda de los libros duró años, no fue hasta el año 2018 cuando
conseguí que llegaran hasta mi, eso si, después de gastarme la
caradura de pedírselos a alguien, que en aquel entonces estaba
vinculado a la cultura de la isla, sin dudarlo un segundo, me comentó
que no había problema y que cuando los tuviera me avisaría, y así
fue. Aprovecho la ocasión para agradecer nuevamente el gesto que
tuvo conmigo.
Durante estos años no he tenido lugar para dedicarle tiempo a la lectura, ya que he estado liado en otros quehaceres. Entre los dos tomos suman más de 1000 paginas, por lo que hay que tener un tiempo considerable para leerlo. Debido a la alarma sanitaria que estamos sufriendo desde pasadas fechas, y la poca actividad de entretenimiento que puede haber en casa, me propuse conocer lo que Stone había plasmado en tan preciado y aclamado trabajo literario.
Olivia
Stone llega el miércoles 5 de septiembre de 1884, desembarca en
Santa Cruz de Tenerife con la intención de conocer todas nuestras
islas antes de las navidades del mismo año, pero como el hombre
propone y Dios dispone, no pudo visitar las islas en el tiempo
previsto y así volver a Inglaterra, por ello prolongó su estancia
hasta el sábado 16 de febrero de 1895, partiendo desde Tenerife a
Inglaterra.
Este trabajo literario trae una introducción de otro autor, la cual he considerado no leer hasta escribir este articulo, ya que podría condicionar mi opinión personal sobre dicha obra.
Este trabajo literario trae una introducción de otro autor, la cual he considerado no leer hasta escribir este articulo, ya que podría condicionar mi opinión personal sobre dicha obra.
Muy ilusionado comencé a leer el primer tomo que trata de las cuatro islas más occidentales, Olivia hace, con mucho esmero y delicadeza, todos los relatos, eso sí, sin dejar atrás sus aportaciones personales y sin dejar de comparar nuestras islas con su adorada Inglaterra, muchas de esas comparaciones eran para la prosperidad de nuestra tierra, pero no sin poner a su tierra como ejemplo grandioso. Es más, se atreve a comprar a Guía y Gáldar con Sodoma y Gomorra por el simple hecho de estar en suelo volcánico.
Volviendo al cauce de su vista a Tenerife, La Gomera, El Hierro y La Palma, debo decir que me parece un estupendo manual del pasado, que posee todo lujo de detalles; desde cómo se vivía, qué se comía, cómo se vestía, cómo era la arquitectura, fiestas tradicionales, creencias, etc., en fin, todo lo que nos identifica como pueblo, muchas de esas cosas han llegado hasta nuestros días. Es más, si conoces dichas islas hay sitios que nombra la inglesa, cuya descripción sigue siendo válida en la actualidad.
Sin lugar a dudas, Oliva Stone pone en valor constantemente nuestra cultura indígena, hecho este bastante significativo, sobre todo porque es capaz de poner en valor la bondad, el civismo, la casta y la palabra como compromiso, etc., en definitiva, la gran estirpe que fueron los guanches y los antiguos canarios. Cabe destacar que en esa época ella hacia especial énfasis en resaltar que la raza indígena había llegado hasta finales del siglo XIX, de igual forma apreciaba los grandes recursos de esta tierra y de como la bandera española nos había, en cierto modo, perjudicado.
Con cierto patriotismo deja caer que la bandera Inglesa le hubiera quedado mejor a nuestras islas, quizás tenia razón, ya que muchas de las necesidades de hace mas de un siglo, siguen siendo las de hoy día.
Afronté la lectura del primer tomo bastante entusiasmado, por la cantidad de detalles y cosas que contó en sus múltiples relatos, pero estaba deseoso de llegar al final, para poder comenzar a leer el segundo, que es el que habla de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, lo que más ilusión me hacía era, sobre todo, leer su paso por Gáldar.
Debo confesar que el segundo tomo me ha emocionado, ya que empieza con un relato sobre la historia de la conquista de Gran Canaria, después de uno de los múltiples intentos de conquista de la isla de Gran Canaria, escribe lo siguiente: “Después de pasar los españoles y portugueses, con Silva al mando, dos días y noches sin poder comer ni salir de donde los tenían acorralados los canarios. Una mujer que sabia hablar los dos idiomas, le dijo a Silva que los iban a matar a todos y que la única oportunidad de salir con vida era rendirse. Lo hicieron con la condición de que les perdonasen la vida. Los nativos, naturalmente enfurecidos con sus invasores no querían perdonarles la vida, pero el Rey de Gáldar los convenció para que fueran clementes. Los españoles y portugueses depusieron sus armas y el Rey abrazó a Silva y los llevó a Gáldar, donde residía, muy posiblemente en la cueva que allí vimos. Se les dio comida a todos y después fueron escoltados hasta sus barcos. Éste es uno de esos episodios que demuestran la gran humanidad de sus habitantes. El camino a la costa los llevó por un sendero estrecho junto a un alto precipicio. Los invasores pensaron que habían sido traicionados y que los iban arrojar al precipicio, y expresaron sus temores. Los nativos se sintieron muy ofendidos. “Sin embargo, el Guanarteme no respondió a esta causa sino que le pidió a Silva que se agarrase a la falda de su vestido, que él le conduciría hasta abajo; también ordenó a sus hombres que ayudasen de la misma manera a los europeos, y así bajaron todos, sin sufrir daño alguno, hasta el fondo”.
Hace dos
años escribí sin conocer este acontecimiento unas coplas de folías,
que titulé Folías al Gayre,
"De
los antiguos canarios
su esencia la heredamos
casta noble de
los Gayres
en nuestra gente la hayamos".
Con
mucho entusiasmo e ilusión seguí leyendo, ya que su paso por Gáldar
estaba muy cerca y dice lo siguiente, era el viernes 8 de noviembre
de 1894. “La zona de Gáldar es de gran
interés, especialmente la cueva de la bella Andamana, cuya historia
podría ser la base de una deliciosa novela romántica.
Está era
la cueva que estábamos tan ansiosos por ver y a donde, acompañados
por la gente más importante de la ciudad, nos dirigimos a
continuación. De camino nos detuvimos unos momentos en la casa del
alcalde, donde nos ofrecieron vino y galletas, y su esposa e hijas
también nos acompañaron a la cueva. Tras cruzar un pequeño solar
perteneciente a una finca, descubrimos a varios hombres trabajando
aún en la cueva, intentado dejar libre una entrada. Aparentemente
cuando D. Rafael envió a su mensajero a Gáldar, reunieron a unos
hombres y, tan pronto como se hizo de día, comenzaron a limpiar la
cueva. La habían cubierto con tierra para protegerla porque el
ganado la utilizaba y las pinturas de las paredes y del techo se
estaban estropeando. Sin embargo y lamentablemente, no creo que
mejore su estado cubriéndola con tierra y limpiándola después.
Fueron extremadamente amables todos aquellos que se tomaron la
molestia de prepararlas para que pudiéramos verla. Claro está, no
hubo tiempo suficiente para vaciarla completamente, aunque habían
abierto un pasillo por debajo del nivel del suelo, no por la entrada
principal, y habían limpiado el interior de modo que se podía
entrar agachados para luego sentarse. La abertura de entrada tenia
cuatro píes y seis pulgadas de ancho por tres píes de alto, y cerca
de ella habían colocado, muy gentilmente, una silla para mi, pero me
pareció mejor sentarme en el suelo ya que el aire en la parte
superior de la cueva estaba enrarecido debido a la cantidad de gente
que había reunida allí dentro y tuvimos que andar agachados para
poder ver las pinturas. La cueva principal era casi circular y
tenia, donde pude medirla, dieciocho píes de diámetro. Es posible
que las paredes fueran más estrechas por arriba, y que el piso, si
hubiera estado limpio, fuese mayor. Otra cueva, a la derecha de esta
también está pintada. Las pinturas están en secciones, cubriendo
casi toda la cueva en tramos de diez pulgadas de ancho. El techo está
cuadriculado, como un tablero de ajedrez, con lineas blancas que
cruzan los cuadrados diagonalmente, más abajo tiene unos círculos
rojos de dos anillos, el exterior de diez pulgadas de diámetro, y
después hay triángulos que encajan uno en otro, teniendo la base de
uno el vértice del otro, estos están pintados alternativamente de
negro y rojo. La hilera inferior está formada por un zig-zag doble
con las puntas o vértices a cada extremo. El espacio entre lineas
está pintado de rojo pero los espacios inferiores son blancos. Bajo
estos hay unos cuadrados divididos por lineas blancas; los cuadrados
son alternativamente rojos y negros. Vimos dos dibujos más, uno con
cuadrados, cruzados de lado a lado por una linea, con la parte
superior negra y la inferior roja y, sobre una piedra, vimos también
unas lineas rojas, con uves invertidas, paralelas. Sin duda existían
otros dibujos en el piso, pero claro está, no
podíamos verlos. Tanto la temperatura como el aire enrarecido se
hicieron finalmente tan inaguantables que nos vimos obligados a
retirarnos para evitar sofocarnos. Dentro teníamos velas para
iluminarnos porque no entraba suficiente luz solar.
La sensación
principal con que abandoné la cueva fue de indignación ante el
hecho de que no hubiera nadie con el suficiente sentido cívico de
conservar para la posteridad esta antigua reliquia histórica.
Mientras regresábamos lentamente hacia la plaza para recoger
nuestros caballos, formando una larga procesión, me acerqué al
alcalde y le pregunté a quien pertenecía el terreno donde estaba la
cueva.“Solo a un pobre hombre”, me dijo. Le contesté que era una
gran pena que se permitiese que un lugar así fuese mal utilizado o
cerrado, que la carretera pronto estaría terminada y que llegarían
visitantes a la isla deseosos de ver aquella cueva. Le sugerí que
la ciudad debería comprar pronto la cueva mientras todavía pudiera
hacerse a un bajo precio; que después deberían limpiarla
completamente y cerrarla con cancelas por fuera; que si cobraba una
pequeña entrada, digamos, un real, el lugar se podía mantener en
buen estado y que, además, se necesitaba a alguien para que
estuviese siempre a mano para que sirviese de guía cuando fuese
necesario. El alcalde me escucho atentamente con la cabeza inclinada
mientras le suplicaba amablemente que conservara la cueva e intentaba
que pareciese tan fácil de llevar a cabo que resultase atractivo
tanto para los bolsillos como para el orgullo de los
habitantes.
Cuando hube terminado, el alcalde levantó la cabeza, me miró y dijo solamente “Se hará señora”. Le agradecí su amable atención aunque dudé si mantendría su decisión después de mi marcha”.
Cuando hube terminado, el alcalde levantó la cabeza, me miró y dijo solamente “Se hará señora”. Le agradecí su amable atención aunque dudé si mantendría su decisión después de mi marcha”.
El paso de Olvia Stone por Gáldar se completó; con una fugaz visita a la iglesia de Santiago, con una breve mención: a la plaza de Santiago, la fuente y al puente de los Tres Ojos, que en aquel año se empezó a construir y con gran admiración describió nuestra montaña, que desde aquella época es un símbolo de nuestro municipio, cerró sus relatos de la vieja Agáldar.
La verdad que después de leer lo poco que cuenta de Gáldar me llevé un gran chasco, ya que esperaba encontrarme con datos mas curiosos como: cantos, bailes, formas de vestir, etc.
Quiero destacar la ausencia de dos símbolos del municipio, ya que siguiendo lo que ella ha destacado en sus descripciones anteriores, me sorprende que en sus crónicas no mencione ni el Drago centenario, que por aquel entonces tenia más de 160 años, y la Sociedad de Fomento y Recreo de Gáldar, fundada en 1847, ubicada en la sala Sábor de las Casas Consistoriales hasta 1943, año en que pasa a su actual lugar, en la calle Larga.
Debo confesar, que tras el paso de la inglesa por Gáldar perdí el total interés por lo que quedaba del libro, ya que bajo mi punto de vista, fue una oportunidad histórica para plasmar cosas referentes a nuestros vecinos y ciudad, a pesar de todo terminé de leer el segundo tomo.
Sin querer formar polémicas y menospreciar el gran trabajo que ha llegado hasta nuestros días, creo que cuando llegó a nuestra provincia lo hizo ya algo cansada por tanto viaje. Siendo objetivo y aunque recalca que no tenia muchos conocimientos de nuestras islas antes de llegar a Canarias, creo que sentía una especial predilección por Tenerife, isla que visita hasta en tres ocasiones diferentes, por motivos de enlaces navales.
Olivia Stone, fue una mujer con visión de futuro y con gran capacidad para analizar situaciones a las que nadie solía dar importancia, además de tener una gran predilección por nuestra cultura indígena y nuestras islas, se quedó maravillada y sin lugar a dudas supo valorar todo lo que nos identifica como pueblo.
Aunque me reitere en que pasó por Gáldar sin pena ni gloria, en referencia a lo que personalmente me esperaba, no hay que dejar de reconocer que ella también contribuyó a que nuestra “perla”, que es La Cueva Pintada, sea hoy un gran parque arqueológico y un reclamo turístico como bien predijo. Esta afirmación viene dada porque meses después de su paso por Gáldar, el periódico Las Palmas publica, que el Ayuntamiento de Gáldar había comprado la cueva, procediendo luego a limpiarla y cerrarla, quedando Olivia muy sorprendida y sintiendo que su visita a Canarias, al menos había tenido una consecuencia útil.
Quizás
este hecho fuera conocido por muchos, pero supongo que por tantos
otros no, por ello quiero resaltarlo y sobre todo poner en
conocimiento este acto tan significativo y poco valorado por nuestro
pueblo, y digo poco valorado, porque no hay nada que resalte su
aportación por, simbólica que fuera, al desarrollo indígena,
cultural, turístico, económico, etc, de nuestra ciudad.
Gracias Oliva Stone, seguro que algún día, de una forma u otra, Gáldar sabrá agradecerte tu gran consejo de hace ahora 135 años.
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