La A.F. Noroeste Guíense nace en el año 1987. Primeramente, el grupo era
conocido con el nombre del “Agazal”, lugar también donde todo comenzó. Un día
en una recogida de papas, a Don Ignacio Díaz se le ocurrió fundar un grupo con
los hijos e hijas de los que estaban allí trabajando, siendo enseñados a tocar
y cantar por Don José Carrillo, siendo este el primer director del grupo.
Tuvieron algunas que otras actuaciones en Guía y en algunos de sus barrios.
A medida que se iban uniendo más niños/as,
también se fueron animando sus padres, para ya así formar una agrupación de
toque más grande, razón por la cual decidieron en 1998 legalizarse, ya con el
nombre actual, AF Noroeste Guiense, siendo presidente Ignacio Díaz.
En el año 2000 fueron apadrinados por el gran timplista Canario, Domingo
Rodríguez “El Colorao”.
Tienen dos trabajos discográficos, el primero de la mano del director
Israel Aberlo, el disco “Recordando Tradiciones” en el año 2002, un disco
especial, ya que todas sus letras fueron creadas por nuestra componente y
vicepresidenta actualmente, Doña Carmen Ramos. Fue un año también donde comenzó
a crearse el cuerpo de baile, a cargo de Mariola Mederos, Maica y David Vega,
para empezar a actuar junto al toque.
Hace unos días nos dejaba uno de los últimos referentes de la tradición de La Gomera: Ángel Cruz Clemente, "Angelillo". Molinero de labor, Ángelillo era el más joven de aquellos rostros ancianos y curtidos que hasta hace unas décadas encabezaban las huelgas y procesiones de La Gomera.
Podríamos decir mucho sobre Angelillo.
Su voz, inconfundible banda sonora de Guarapo, es uno de los dejes más hermosos
y vivos que ha dado el tambor. Su forma de cantar los años nuevos englosiaos es
un trasunto sonoro del Garajonay: una reliquia viva que, inexplicablemente,
logró vencer los avatares del tiempo y de sus cambios en una pequeña isla del
Atlántico.
Pero Angelillo es mucho más. Angelillo
es uno de los últimos testimonios de una forma de entender, contar y cantar la
vida que ya no existe. Para él, el molino no era etnografía, era el pan; el
folclore no era folclore, era la vida; el tambor no era un elemento festivo
convocado de tanto en cuanto, sino una garganta de madera tan poderosa como la
suya, con la que sabía dialogar tan magistralmente que se podían comprender más
allá de palabras y de espacios.
Angelillo era todo eso y muchísimo más,
por eso su partida no es sólo la despedida de un romanceador único o de un
trabajador incansable, ni siquiera de un maestro singular y callado. Su
despedida es un adiós a una parte de nuestro ser y nuestra historia que
desaparece inevitablemente y que no volverá nunca.
Gracias, Angelillo, por la entrega
silenciosa de tu vida y por tu ser natural y genuino. Hay quien dirá que la
tierra te sea leve, pero nosotros sabemos que el recuerdo siempre te quedará
pequeño. Que tus gozos y tus dolores sigan sonando ante todos los santos en La
Gomera eterna del Reino de los Cielos.
La única intervención de Gilberto nos traerá un artículo de Moisés Rodríguez sobre la festividad de San Andrés.El baile del tambor- Ángel Cruz Clemente.



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