El Cabildo de Lanzarote ha presentado el pasado 29 de mayo, una producción audiovisual en homenaje al cestero Eulogio Concepción Perdomo. El vídeo fue presentado por la consejera insular de Artesanía, Carmen Guadalupe, y por la concejala de Artesanía del Ayuntamiento de Haría, Evelia García, en un acto que ha tenido lugar en la Casa Museo Monumento del Campesino.
La consejera puso en valor la figura de Eulogio Concepción como el cestero de Lanzarote, único en su labor y reconocido por el arte de moldear los pírganos de nuestras palmeras. “Este vídeo es nuestro homenaje a una trayectoria que ha dejado el arte de la artesanía de Lanzarote y de Haría en el mejor lugar en toda Canarias, y constituye un ejemplo para futuras generaciones en una actividad cada vez menos practicada”, destacó Guadalupe.
Eulogio Concepción nació en Güímar, en Tenerife, el día 17 de julio de 1933, aunque sus raíces están en Haría. Este ha sido una figura influyente en la artesanía insular, así como en otros ámbitos como la agricultura.
Concepción es conocido como el último cestero de Lanzarote, “llegando a tener que cortar las palmas para surtirse de pírganos por la falta de podadores”, tal y como han explicado los promotores del homenaje.
La entrevista de esta semana, es un
documento lleno de contenido y que pasará a la posteridad de nuestro programa y
de la fiesta de El Valle de Agaete.
En pasados días, tuvo lugar el pregón de
las fiestas de San Pedro Apóstol patrono de El Valle de Agaete, este es sin lugar
a dudas un lugar singular donde los haya, un paraje que deja boquiabierto hasta
el más pintado, si han tenido o tienen la suerte de visitar, verán que no exagero,
quizás me quedo corto con la anterior afirmación.
Me llamo Cathaysa Jiménez y soy del Valle
de Agaete, y digo que soy, porque aquí nací, crecí y he vivido toda mi vida.
Muchas veces la gente se sorprende del amor que siento por El Valle, de la
intensidad con la que me emociono cuando hablo de él. Amo este lugar, es
cierto, pero no como ese territorio físico, en el mapa y delimitado, sino como
el espacio lleno de significado, ese lugar que contiene toda mi vida, mis
emociones y la memoria de las que estuvieron antes que yo.
Podría hablar
de lo mucho que me gusta trabajar con las personas, de que mi hobby preferido
es subir y bajar barrancos, abrir caminos o coronar cimas; de cómo espero
ansiosa cada año para subir a Tamadaba en busca de La Rama y bailarla como si
no hubiera un mañana, de cómo salté de alegría cuando se paralizó la
construcción del macromuelle de Agaete, de cómo lloré cuando vi arder El Valle
y El Pinar o de cómo me duele el alma cada vez que desdibujan un paisaje con
falsas promesas de progreso.
Crecí en el seno de una familia formada mayoritariamente por mujeres, en el Barrio de San Pedro, entre el Risco de la Escalera y el Pinar deTamadaba. Mis abuelas son el mejor ejemplo de vida que he podido tener; hicieron de El Pinar su segunda casa en tiempos de necesidad, trabajaron la tierra para “otros”, a la vez que criaron y cuidaron la vida, con jornadas de 24 horas al día los 7 días de las semanas, y aun así, siempre nos regalaban una sonrisa y un rato en el patio para regar las helechas, un buchito de café, hacer ganchillo y contarnos las historias “de antes”.
Sufrieron en sus vidas y sus cuerpos
las dificultades de ser mujeres, pobres y rurales. Dormidas en tristes
enfermedades de olvido, como muchas mujeres de este norte… Por suerte aún las
puedo mirar y cuando lo hago, parece que veo en sus rostros la fuerza de los
riscos que nos rodean. Ellas me enseñaron los caminos, a custodiar el
territorio, el amor por la tierra y me hicieron paisaje.
Gracias a
ellas pude ser y sé que mis hijas serán.
Palabras escritas en primera persona, como bien dije anteriormente, si has visto u oído el pregón, Cathaysa te puede contagiar sin quererlo y pretenderlo de todas sus vivencias y experiencias, las cuales son algo más que de ella, son las de una zaga familiar, las de una comunidad que ha sabido mantender los rasgos diferenciardores del lugar y su idiosincracia insertada en el adn de sus gentes, una forma de vida extendida en un núcleo poblacional, donde se respira un ambiente que ya escasea, por desgracia, en la mayoría del territorio de nuestras islas.
Ella, terminó su pregón con estas bonitas décimas.
Y pa’ mi gente del valle:
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