domingo, 13 de octubre de 2019

Omaira López Martel, una joven mujer rural embelesada por la magia de Guayadeque.



Omaira López. Grabación del documental de la
mujer rural de Guayadeque.
Desde el año 2008 se viene celebrando el Día Internacional de la Mujer Rural por la ONU, el cual tiene como objetivo el reconocimiento de «la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural».
Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras.

 Grabación del documental de la  mujer rural de Guayadeque.
Antes de conocer a la mujer rural de este año, cabe apuntar que en Canarias se les reconoce la labor en pro del mundo rural a todas las mujeres que contribuyen a mantener y difundir las costumbres y las tradiciones de una zona geográfica concreta, y hacen de ellas su forma de vida.
La joven mujer que vamos a conocer en este año 2019, es un mujer atípica, y digo atípica porque aunque su sustento le llega de mano de su profesión, ya que es Trabajadora Social por la universidad de Las Palmas y en la actualidad estudia antropología por la UNED, ya que según dice, es lo que la llena. Además está relacionado con su pasión por la cultura y las tradiciones. No por ello ha dejado de lado sus raíces, sin duda alguna, su lugar de origen lo lleva por bandera, hago referencia al barranco de Guayadeque.

El barranco de Guayadeque está situado en la isla de Gran Canaria. Separa los municipios de Ingenio y Agüimes y es uno de los barrancos más grandes del archipiélago. Destaca por sus restos arqueológicos prehispánicos y por sus valiosos endemismos de flora y fauna. También por la gran cantidad de casas-cuevas que hay, incluso una ermita y varios restaurantes cavados en la roca.


La zona es muy importante a nivel arqueológico, pues existencientos de cuevas que albergaron a muchísimos indígenas. La mayor colección de momias y utensilios aborígenes encontradas aquí se encuentran en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria. Entre estas cuevas se puede nombrar: "Cuevas Muchas", Cueva Labrá, el "Risco del Canario", El "Risco Vicentico", El "Risco del Negro", etc.

La población del Barranco de Guayadeque es reducida pero todavía quedan núcleos determinados. El primer núcleo poblacional se llama "Cueva Bermeja", cuyo nombre se debe al color de la piedra. El segundo núcleo poblacional se llama "Cuevas Muchas" y el último se denomina "Montaña de las Tierras", donde se puede visitar una casa cueva canaria y deleitarse como vivían los antiguos canarios, también es llamada zona de "Los Marteles".
En conjunto, Guayadeque es un barranco de extraordinarias proporciones y de gran belleza, donde confluyen elementos naturales singulares de la flora, ya que en sus laderas se refugia una buena muestra de flora autóctona, con abundantes endemismos canarios y macaronésicos.




Mamá Chana junto a su bisnieta Omaira López.
Omaira López Martel nació el 31 de mayo de 1989, hija de José Antonio y Victoria , es la mayor de dos hermanos, aunque fue criada por sus dos abuelos paternos: Esteban y María, residentes en el barranco de Guayadeque. Afirma Omaira que sus abuelos fueron quienes plantaron la semilla de las tradiciones en sus primos, hermano y ella, ademas de tener todos ellos el privilegio de poder vivirlo en primera persona, ya que Guayadeque fue el lugar donde mamaron tan preciado legado.


Omaira López en Guayadeque junto a su hermano, abuelos y alguno de sus tíos.

Escuela unitaria de Guayadeque en década de los 90
Su infancia la pasó muy feliz barranco arriba, barranco abajo. La que en un principio debía ser su segunda casa, acabó convirtiéndose en la primera. Allí fue a la escuela unitaria en la que niñas y niños convivían y estudiaban en la misma clase y en la que todos aprendían de todos. Omaira afirma que en las escuelas unitarias la enseñanza es más personalizada y adaptada a las capacidades y dificultades de cada niño. Además de servir para conocer el hábitat del mundo rural más minuciosamente ya que el contacto con la naturaleza ayuda a mejorar la capacidad cognitiva. 
Omaira López junto a su abuela y tío Antonio López.
Todo lo anteriormente expuesto hizo que desde muy niña tuviera contacto directo con la naturaleza, de ahí que tenga gran predilección por la cultura rural.
La sociedad en pleno siglo XXI está muy alejada del mundo rural y nuestra protagonista afirma que es más que necesario que los padres hagan partícipes a los niños de las tradiciones, además de involucrarlos en el mundo rural.


Omaira junto a su hermano y su primo.
Con el paso de los años y el devenir de la vida, ha llegado a la conclusión de que tuvo una de las mejores infancias que cualquier niña podría desear. Recuerda con nostalgia las tardes después de ir al colegio, cuando sus primos, su hermano y ella comían y hacían los deberes corriendo para que les dejaran salir a jugar fuera. Eran muchos los chiquillos de la misma quinta, terror de los familiares, nos dice Omaira mientras se sonríe. Los primos que nacieron después no pudieron vivir las mismas experiencias que ellos y aún menos, cuando se cerró definitivamente el colegio.
Omaira junto a su hermano y sus primos
En aquella época, sus padres no ganaban para comprar ropa y zapatos ya que el color bermejo de la tierra que revolvían era bastante persistente. Eso, sin contar la ropa que rompían.
Con especial cariño recuerda que de toda su infancia, lo más valioso fue sin lugar a dudas, poder compartir momentos y aprender de las personas mayores de Guayadeque.
Muy emocionada nos cuenta que se siente huérfana de algún modo, cuando mira hacia atrás y recuerda con emoción a los que se han marchado, agradecida por el legado que le dejaron. Recuerda a Papa Juan, Mamá Antonia, Mamá Chana, Titi Pepe, Titi Juanico, Tití Bartolito y a su propio abuelo Esteban. 
Esteban, José  (tití Pepe) y Juan  (tití Juanico) Lopéz Cazorla
Sin lugar a dudas, todos ellos han conformado la memoria colectiva de las gentes del barranco, a los cuales pudo conocer y darse cuenta que de alguna manera, siguen vivos entre los vecinos de Guayadeque.
Los vecinos de Guayadeque son gran orgullo para Omaira, por ello hace gala y destaca que los barraqueros son gentes con mucho ingenio y risueña, de ahí que hayan tomado el humor como herramienta para abrir puertas y tender puentes entre las personas. Dicha forma de vida la deberíamos coger como ejemplo y hacerla efectiva en todos los rincones del planeta Tierra.


En la lengua Amazigh (lenguaje de los antiguos canarios), se cree que Guayadeque significa remanso de paz.
Un fin de semana en Guaydeque 
A los 12 años fue el momento en el que le tocó ir al instituto de Ingenio para continuar los estudios en un ambiente totalmente distinto al que estaba acostumbraba. Allí no había tranquilidad, silencio en las aulas ni contacto directo con la naturaleza. Pero afirma que a pesar de ello y del cambio brusco que le supuso, gracias a la metodología de aprendizaje que adquirió en la pequeña escuela rural, siempre fue una alumna aventajada, circunstancia que mantuvo incluso cuando le tocó ir a la Universidad.
Recuerda que los estudios no le permitieron pasar tanto tiempo en Guayadeque, de manera que aprovechaba los fines de semana y los veranos para ir.
Una vez que salió del Barranco y al no tener tanto contacto con él, se empezó a dar cuenta del tesoro que alberga Guayadeque, de ahí que lo lleve por bandera allá donde va.
Guayadeque, remanso de paz.
Omaira define a Guayadeque como: manantial de vida y de personas, remanso de paz y tranquilidad, es conectar con el pasado y sentir que sigue vivo.
Según nos cuenta, en el barranco en la actualidad viven unas 50 personas, algunas de ellas trabajan fuera en diferentes sectores, otras en los restaurantes del mismo barranco y otras de pastor de yuntas, etc. También hay gente joven ligada a los rasgos diferenciadores del Barranco, claro ejemplo son las dos hermanas jóvenes que se dedican al cuidado de una yunta de vacas.
Mujeres cargando cestos para la venta.
La artesanía ha estado presente en la economía, la elaboración de cestos de caña y mimbre, artículos de madera, o los piqueros; una dura labor, ya que se dedican a cavar las cuevas, que dicho sea de paso, la casa cueva es la arquitectura más usual.

Los días en Guayadeque suelen ser muy similares para sus vecinos, eso sí, dentro de la paz que reina y se respira en el Barranco. Los lugareños suelen emplear su tiempo en echarle de comer a los animales, hacer el queso, realizar las labores del hogar, etc.
Sebastiana Cazorla y María Cazorla elaborando quesos.


Recortes de prensa alertando sobre el deterioro del barranco
Aunque la paz y la tranquilidad es uno de los rasgos diferenciadores de Guayadeque Omaira nos dice que no ha sido así siempre, ya que la gente mayor cuenta con gran pesar el cambió que dio Guayadeque una vez que se hizo la carretera nueva en la década de los años 70 del siglo XX. Los destrozos a los que fue sometido este lugar por parte de los visitantes que venían sin ningún tipo de respeto por el medio ni por los habitantes, fue el antes y el después para este vergel. Pero el peligro, no acabó ahí. Tuvieron que bregar y hacer frente a la codicia de los dueños de la Heredad de aguas, los cuales se empeñaron en entubar la acequia, a pesar de ser el principal sustento de los barranqueros y lo que posibilitaba la vida de la fauna y la flora.


Animales bebiendo agua en la acequia.
La acequia sigue siendo un valor añadido para la sociedad de Guayadeque, aunque ya nadie va a lavar, sigue guardando miles de historias y cantares que las mujeres pronunciaban mientan pasaban allí gran parte del día. En la actualidad aún es costumbre bañarse allí y recoger agua para los animales y las plantas. Dicho caudal posibilita la vida de los árboles frutales que allí yacen, también la fauna sacia su sed en tan cristalina y calmada agua.


Acequia de Guayadeque en la zona de Cueva Bermeja.



Hoy, aunque Guayadeque es un sitio de obligada visita para los turistas, hay mejor convivencia con los foráneos.

El barranco de Guayadeque celebra las Fiestas del Beñesmén en honor a San Bartolomé, pero siempre se ha caracterizado por el protagonismo de la tradición durante todo el año, no sólo en sus fiestas.
El pasado 23 de agosto Omaira fue la pregonera de este año 2019 de dichas fiestas, un pregón poco usual en cuanto al contenido del mismo se refiere con un discurso que se centró en cinco ejes fundamentales: vivencias de la infancia, recopilación de vivencias de sus abuelos, la parte festiva tradicional, la parte votiva religiosa y las reflexiones de cara al futuro.

Nos cuenta que cuando le propusieron ser pregonera le sorprendió, ya que es muy joven y se preguntaba ¿Que podría contar ella de Guayadeque y sus fiestas?
Muy tímidamente nos apunta que se encuentra sorprendida por la repercusión mediática de dicho pregón. La verdad que no tiene desperdicio, más allá del contenido del mismo me atrevo afirmar por lo emotivo que resulta.
Participantes del Beñesmén del año 2007
Dentro del pregón en la parte festiva tradicional se llena de orgullo al hablar del Beñesmén, el cual se hacía en su anterior formato hasta el año 2009. Nos dice que lo que más le gustaba, sin ninguna duda fue y será la hoguera del Beñesmén, la cual se prendía el sábado al llegar la medianoche. Imaginen el barranco en silencio y a oscuras, un sendero iluminado tan sólo por unas velas, que metidas en faroles antiguos colgados de palos de pitón, indican el camino. De un lado y de otro, se escuchaba el sonido profundo de los bucios retumbando en los riscos. La música de chácaras y tambores invitaba al trance y a conectar con un pasado que parecía no haber muerto. Y al final del camino, la gran hoguera.
Hoguera del Beñesmén del  año 2008
El fuego que renovaba el ciclo de la vida y firmaba un nuevo pacto con la naturaleza. El que, para nuestros antepasados marcaba el fin de las cosechas. Todo parecía envuelto en una atmósfera de magia y ancestralidad. En esa noche, repetida durante tantos años, de alguna manera pudo sentirse muy cerca de los que un día poblaron el barranco, nuestros ancestros indígenas que dejaron una huella indeleble al paso de los siglos.


Omaira junto Rafael López del año 2009
Omaira se identifica con todo lo que tiene que ver con los primeros pobladores de Canarias, de ahí que su persona sea más propia de la época de los antiguos canarios que de la actualidad. Afirma que aunque han habido múltiples intentos de desconectarnos de nuestra historia, no lo han conseguido. Está convencida que en la sociedad moderna se encuentra latente la esencia de los antiguos canarios, ya que éstos estaban ligados a la tierra y en Guayadeque los vecinos lo están, su idiosincrasia así lo atestigua.

Con cara de privada se queda ella cuando dice que es de Guayadeque y es que aunque este Barranco pertenece a los municipios de Agüimes e Ingenio, la gente de allí tiene algo claro cuando se le pregunta: ¿de dónde eres?. Sin dudarlo contestan: “de Guayadeque”, con lo cual dejan más que evidenciado el gran amor que sienten los barranqueros por tan emblemático paraje.

Participantes en documental de la mujer rural de Guayadeque.
El Ayto. de Agüimes grabó un documental sobre la mujer rural de Guayadeque y también publicó un libro sobre la mujer rural de todo el municipio con el título: “Memorias de mujeres rurales de Agüimes”, siendo partícipe Omaira de ambos documentos.




Recolección de almendras en el Barranco.
Ella afirma que la historia cuenta que la mujer del Barranco ha sido el motor de las familias, ya que con la emigración de los hombres mayoritariamente a Cuba, tuvo que hacerse cargo del sustento familiar con labores tan duras como: recolección de almendras, coger pastos y cardos ,
Almendreros en flor en Guayadeque.
atender el ganado, hacer quesos para su posterior

venta, elaborar cestos de caña y mimbre, etc. Añadiendo el condicionante del aislamiento geográfico que presenta Guayadeque hasta la década de los setenta del pasado siglo, lo que dificultó aún más las visitas al exterior y el avance social y económico del barranco y sus mujeres.

Lavando en la acequia.
Omaira se auto cataloga como una mujer tradicional, ya que desde muy pequeña tenía la semilla en su personalidad, la cual se ha ido enraizado en su persona con el paso de los años. Ella es una defensora nata de las tradiciones y de todo lo que nos identifica como pueblo.
La Participación Ciudadana cree que es cuestión de voluntad, ya que es una herramienta necesaria para poder empoderarnos como personas y cada vez se hace menos uso de ella, de ahí, que predique con el ejemplo estando inmiscuida en asociaciones que fomentan la solidaridad, la entrega al otro y el compartir con los demás. Nos confiesa que todo esto se lo ha inculcado el mundo rural, ya que antaño era muy usual que todos estos valores reinasen entre las personas.

Cargando pastos para los animales
Sin la menor duda ella apuesta por el modelo rural como forma de vida, se aventura a decir que dentro de 10 años aproximadamente este modelo volverá a ser un realidad en la sociedad moderna, aunque a día de hoy sea una utopía, afirma que es cuestión de voluntad.
Nos deja mensajes tan reales como: “las tradiciones son cosa de toda la sociedad, de ahí que crea que el modelo de vida actual nos ha desconectado de nuestro pasado más inmediato, ya que, en la actualidad priman conceptos como consumismo, capitalismo, individualismo, etc.”
Las tradiciones en la actualidad corren cierto peligro, ya que a los jóvenes no se les educa con el modelo de vida que tuvieron nuestros abuelos y en menor medida nuestros padres, por lo que sugiere que deberíamos buscar el equilibrio entre lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. No olvidándonos de dónde venimos, para saber hacia dónde vamos. Este es el momento en el que se encuentra ella.

Omaira con sus abuelos.
Las personas que tenemos la suerte de conocerla sabemos la gran predilección que tiene por sus abuelos, por ello salen de su corazón palabras tan hermosas como: "sin duda, todo lo que viví y aprendí de mis abuelos, no tiene precio. Me transmitieron y aún lo siguen haciendo, una sabiduría y un conocimiento que no tienen nada que envidiar a lo que se pueda enseñar en las escuelas y universidades. La sencillez, el amor, el respeto, la amabilidad, el valor del trabajo y el esfuerzo, la superación y la resiliencia, la humildad, la cercanía, etc. Cuando pienso en ellos y en todo lo que me enseñaron, se me ilumina la mirada y se me enciende el corazón. Me quedaba maravillada con todo lo que me contaban sobre Guayadeque. Me gustaba preguntarles cómo era la vida en el Barranco y hoy día lo sigo haciendo con mi abuela cada vez que tengo la oportunidad. A través de historias, cuentos y cantares me acercaron al Guayadeque de su infancia y juventud, un auténtico vergel de dónde obtenían casi todo lo necesario para subsistir, hoy apenas un espejismo de lo que fue en aquellos tiempos."

Con este último párrafo se puede definir cómo y quién es Omaira, ya que quienes hemos tratado con ella, sabemos que todo eso reina en su personalidad.

Hoy celebramos en Entre Chácaras y Tambores el Día Internacional de La Mujer Rural 2019, con una joven mujer cargada de experiencias, valores e historias. Historias que la hacen penetrar en la vida de tantos otros que la antecedieron y la han guiado hacia un modelo de vida poco usual en el siglo XXI, pero necesario. Aunque no sería franco reconocer que Omaira forma parte de la época actual, no es menos cierto que alrededor de ella se respira esa esencia que impregnó a la gente que le dio identidad y cultura tradicional a nuestro pueblo canario, hecho este, que la hace valedora de este artículo y de dar a conocer a la sociedad actual que el mundo rural es posible aun cuando las modernidades han tomado el control de nuestro día a día.

Galería de imágenes clic aquí.

Omaira junto  a su abuela María Cazorla  en Guayadeque.


Estas imágenes  provienen de colecciones particulares facilitadas por Omaira López Martel y  Yéssica Santana Marcial.
Los vídeos provienen  del canal de Youtube de Tele Agüimes
Queda prohibida la reproducción total o parcial  de este articulo  e imágenes sin autorización expresa por la dirección de Entre Chácaras y Tambores. 




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