Maria Lucía Martín |
María Lucía Martín Padilla nació el 13 de
diciembre de 1938 en el seno de una familia humilde y trabajadora, donde su padre, tras tres matrimonios, tuvo
la friolera de 12 hijos, 11 varones y María Lucía, la única hembra. Su
madre falleció a los once días de nacer
ella, por lo que fue criada por una de sus tías.
Recuerda cómo desde muy niña cantaba
sentada en una banca y sus allegados le decían que cantaba muy bien, en
ocasiones también cantaba junto a una vecina que tocaba la guitarra. Muchos eran
los que se acercaban para oírla cantar isas, folías, malagueñas, etc…, desde muy niña ya se palpaba lo que daría de
sí aquella inocente voz.
Cuando acudía al colegio en los grupos
escolares viejos de La Villa, Dña Soledad la escogía para cantar como solista en las
eucaristías, dándole a ella letras con
gran belleza literaria. María Lucía, que es muy creyente en la religión
Católica, hasta que pudo fue a misa con
regularidad, cantando en ellas de forma voluntaria, ya que desde niña es algo
que lleva muy dentro.
Con solo diez años ya cantaba en la
Sección Femenina que presidía la recordada y añorada Dña. Pilar Padilla,
recuerda María Lucía como en las actuaciones a los mayores les daban chupitos de anís, pero a ella
como era una niña le ponían en el delantal de la vestimenta típica caramelos
envueltos en papel de celofán, duros como una piedra, de esos que si se los tirabas
en la cabeza a alguien le abrían un
brecha. En su paso por la Sección Femenina recuerda como cantaba de solista y
bailaba al mismo tiempo, hecho poco usual hoy día en los escenarios, achaca este
hecho a la falta de gente que cantase en aquel entonces. El baile del tambor lo
aprendió de manos de la madre de Dña. Pepita Jerez, conocida esta familia en
San Sebastián de La Gomera cariñosamente como “ Las Guadalupeñas”.
María Lucía Martín y Albero Mendoza |
Con 21 años, tras cumplir la mayoría de
edad y autorizarla su tía, empieza a
frecuentar los bailes de la Sociedad
Junonia, donde cantaba junto a las orquestas que frecuentaban la sociedad,
aires canarios, creando gran expectación entre los asistentes, abandonando,
sobre todo los hombres, el bar de la sociedad para verla y oírla cantar.
Muy joven se casa con Alberto Mendoza, que
ha sido con el único hombre que ha estado, además aclara que fue al altar con
un sello y tras casarse él fue quien se lo quitó. Fruto del amor nacieron 4
hijos: Alberto, María Concepción, Cristo Rey y Ángel, este último lo recuerda
con mucho cariño ya que fallecía en el incendio que azotó a La Gomera el 11 de
septiembre de 1984, comenta María Lucía que en su entierro cantó interiormente
a su hijo esta copla de malagueña:
Teniendo porque llorar
Teniendo un hijo muerto
Pienso que en la gloria está
Y no lo puedo olvidar.
María Lucía Martín en Tenderete 1983. |
En el año 1992 junto a su esposo Alberto
Martín, su hijo Cristo Rey y muchos otros funda la A.F. Hautacuperche,
en la cual pasó casi dos décadas visitando muchas islas canarias, donde
recuerda con mucha nostalgia el festival de “Las Islas” en Los Realejos, por el
trato y el cariño recibido en las múltiples veces que acudió. Además, junto a
Hautacuperche, tuvo la ocasión de grabar un trabajo discográfico de folclore
tradicional en el año 2002, que llevó por título “Algo nuestro”, donde su voz
juega un papel fundamental.
Gozó de la oportunidad que le brindó la música de viajar hasta Huelva junto a todos los alcaldes de la isla de La Gomera, por miedo a la avión nunca más viajó fuera del ámbito del archipiélago canario.
En su dilatada trayectoria en la música
tradicional de La Gomera ha tenido la suerte de haber recibido algunos reconocimientos por su dilatada trayectoria, la orden del Cachorro
canario le brindó uno, la A.F. Hautacuperche también reconoció la valía y su
aportación al grupo realizándole un merecido homenaje en el transcurso de uno
de sus festivales.
Ella no pierde la ilusión de algún día
poder volver a los escenarios, ya que lo echa mucho de menos, y como bien dice
“entre más años pasan más ganas tengo de cantar”.
La figura de María Lucía Martín Padilla es
un icono destacado dentro de los anales de la historia del folclore tradicional
de Canarias, ya que la podemos ubicar junto a la flor y nata del folclore de
nuestras islas. Sin duda alguna ha sido la solista más destacada desde el siglo
XX hasta la actualidad en la ancestral historia del folclore gomero. Hoy las
circunstancias le impiden poder estar en los escenarios, pero quién sabe si
alguna vez volveremos a verla haciendo lo que mejor sabe hacer, que es cantar
la música de su tierra.
Las autoridades gomeras deberían plantearse
hacerle un reconocimiento público a la popular solista de la historia
contemporánea de la isla, y así pagar
esa deuda histórica que tienen con su persona por haber llevado el nombre de La
Gomera y de San Sebastián de La Gomera por bandera a todos los lugares a donde
fue.
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