Como bien es sabido, Barrial estaba
dividida en tres núcleos poblacionales conocidos como: Alcaravaneras, García y
Lomo de Barrial. En las primeras décadas del siglo XX, las viviendas estaban
asentadas en las zonas de Alcaravaneras, García y La Escalerilla, en ese
momento podía haber en Barrial alrededor de 300 personas. Cabe resaltar, que el
barrio tuvo su expansión arquitectónica y vecinal a mediados de le década de
los años 40 del pasado siglo XX, con la construcción del campo de fútbol en
1943 y las viviendas sociales en 1955, conocidas popularmente como “casas
baratas”, ascendiendo a unas 700 personas una vez entregadas las llaves por la
Falange. Ambas construcciones se ubicaron en la zona conocida como el Lomo de
Barrial.
A nadie se le esconde que ataño no era
tan fácil como hoy llegar hasta Gáldar, por ello algunas personas fueron
dotando de infraestructuras más que necesarias para hacer la vida más fácil a
los vecinos, una de esas dotaciones fueron las casi extintas pero latentes en
la memoria del pueblo, las añoradas y necesarias tiendas de “aceite y
vinagre”.
Muchos pensarán por qué razón se les
llamaba así a estos negocios que estaban repartidos por toda Canarias, esto era
por la siguiente razón; en la parte del aceite se podían comprar los alimentos,
en el lado del vinagre había una cantina "los hombres se echaban los
pizcos" y parrandeaban en alguna ocasión.
Existían diferentes tipos de tiendas
dependiendo de si vendían sólo productos de primera necesidad, denominados
abacerías, si eran de aceite, vinagre y jabón o si pertenecían a la categoría
de ultramarinos, pues vendían todo tipo de productos y hasta se atrevían con la
venta al por mayor.
En este tipo de comercios se podía comprar cualquier cosa, lo podemos equiparar a los macro supermercados de hoy día, eso sí, en un espacio más reducido, pero con gran variedad de productos. En estos establecimientos se podía comprar más allá de los alimentos básicos para cualquier familia, unas necesarias alpargatas, calamares o botas, también se vendían herramientas, tejidos, hilos, agujas, loza, productos de limpieza, un lápiz, una libreta, algún artículo para las mascotas, algún juguete para los niños y niñas, una escupidera, zeta zeta para los piojos y liendres, e incluso en una época algún medicamento con Alka-Seltzer u otros de uso doméstico, etc. Del lado del vinagre se podía oír; oiga cristiano buen ron, de dónde es, pues mire de Arucas me lo trajeron, ponga otro.
Paco Bolaños nos traerá en su segunda intervención un notición.
El Vaticano ha concedido el Patronazgo Canónico de la Villa de La Orotava a San Isidro Labrador. El municipio ha recibido esta noticia con la emisión de un decreto del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Con este documento, la Santa Sede ha atendido la petición que la Comunidad Parroquial, junto con la hermandad de San Isidro Labrador de La Orotava, elevó a Roma para confirmar canónicamente este título que por tradición y veneración se mantiene en la Villa desde hace 400 años atrás y que desde siempre se siente en las raíces de todos los orotavenses.
De 1700 ya existen referencias a la veneración de los labradores en este municipio norteño celebrando misa y procesión en su honor. Desde aquella fecha no se ha dejado de celebrar su festividad. Según los datos históricos, los cultos se mantuvieron en la Iglesia de San Agustín hasta finales del siglo XIX, y luego se trasladan al Calvario. El historiador Manuel Hernández también afirma que la Iglesia de la Concepción registró otros importantes documentos que hacían referencia a la labor religiosa de los labradores que participaban en los actos propios de los santos patrones de la localidad, pero éstos, del s. XVII y XVIII, se han perdido con el tiempo. Y otra referencia de antaño, en la que ya se nombra por primera vez el tema de varas y vestimentas, es la de Mariano Nouguell Secall, quien narra en 1868 que las fiestas del Santo Patrono San Isidro Labrador de la Villa de La Orotava iban precedidas de 12 labradores pobres, con varas muy largas cubiertas de flores. “De cada vara colgaban infinidad de cintas de colores diversos que representan las flores y frutas de nuestros campos. También un pañuelo de tela en forma de lazo y en la parte superior de una barra, espigas entrelazadas”. Además, destaca que entre los labriegos había costumbre de rifar una yunta de buey, honrando con este acto la caridad del Santo, igual que se hace en la actualidad. Por tanto, desde aquella fecha han sido los labradores los que se encargan de los actos religiosos y populares de San Isidro; y en el pasado siglo le dio continuidad el conjunto de medianeros del Valle que trabajaban las tierras de señores y familias importantes. Encontrándose, la gran mayoría, sólo por estas fechas. En la actualidad, los labradores continúan cada año descolgando sus varas, remozándolas con cariño y esmero. Y su mayor anhelo es velar por la protección y conservación de esta tradición, pasándola de padres a hijos y nietos.
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