Muchos pensarán por qué razón se les
llamaba así a estos negocios que estaban repartidos por toda Canarias, esto era
por la siguiente razón; en la parte del aceite se podían comprar los alimentos,
en el lado del vinagre había una cantina "los hombres se echaban los
pizcos" y parrandeaban en alguna ocasión.
En este tipo de comercios se podía
comprar cualquier cosa, lo podemos equiparar a los macro supermercados de hoy
día, eso sí, en un espacio más reducido, pero con gran variedad de productos.
En estos establecimientos se podía comprar más allá de los alimentos básicos
para cualquier familia, unas necesarias alpargatas, calamares o botas, también
se vendían herramientas, tejidos, hilos, agujas, loza, productos de limpieza,
un lápiz, una libreta, algún artículo para las mascotas, algún juguete para los
niños y niñas, una escupidera, zeta zeta para los piojos y liendres, e incluso
en una época algún medicamento con Alka-Seltzer u otros de uso doméstico, etc.
Del lado del vinagre se podía oír; oiga cristiano buen ron, de dónde es, pues
mire de Arucas me lo trajeron, ponga otro.
Cabe resaltar la gran labor social y apoyo que dieron para el sustento de muchas familias con dificultades económicas para llegar a fin de mes, porque gracias al trato personalizado de sus dueños, lograron tener la empatía suficiente para fiar a sus vecinos y que ellos pudieran comer, además de conocer los gustos y necesidades de sus clientes, dando un trato personalizado y cercano, de los que ya hoy escasean en las grandes superficies. Lugar destacado merece el contacto directo que se tenía con la gente, sin tantos medios tecnológicos.
Hoy, es casi imposible oír en nuestro
día a día; mi madre que apunte, fulanito le vengo a pagar lo del mes ¿cuánto le
debo?, 1.000 pesetas, mire aquí tiene cóbrese, bórreme en el libro, sin
problema, ya sabe que cualquier cosa aquí estamos. ¿Cuánto valen estas
alpargatas? 500 pesetas, que va no me las puedo permitir, lléveselas, me las
paga como pueda.
Miramos atrás con nostalgia, recordamos
lo que fueron las tiendas de nuestros barrios y pueblos, fueron algo más que
una venta, fueron el lugar de encuentro para la vecindad, donde se podía saber
la actualidad de lo que ocurría cada día, donde el tendero muchas veces hacía
desde psicólogo ocasional, pasado por recadero o custodio de objetos varios. En
ocasiones hacía las veces de mediador en conflictos entre vecinos, logrando
poner fin a la disputa.
Con este artículo, se pretende recordar,
dejar constancia y reconocer la gran labor social y papel fundamental que
jugaron para la sostenibilidad de Barrial estos negocios familiares implicados
en la vida y las necesidades de nuestra vecindad, dando cobertura a las
necesidades básicas de nuestras gentes, donde primaba más otro tipo de valores
que deberíamos tener más presentes en la actualidad, con lo que tendríamos otro
modelo de sociedad.
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